Por: Digna Marcelina Parrales Acebo
Todo un tiempo sacaba vasos, portarretratos, eso que se gana en los bingos. Una vez me gané La rifa de La Fortuna que hacían unos señores colombianos; me saqué un combo con cocina, bicicleta, vajilla, todo eso con el boletito de 25 centavos y con el favor de Dios. La Lotería me gusta comprar porque sé que es para beneficio de los niños. Me gusta ayudar.
Me la gané en el 2007, no me acuerdo bien el número, terminaba en cuatro. Siquiera llevaba unos cuatro años comprando un guachito de Lotería para los miércoles y uno de Loto para los sábados. Para serle sincera yo casi no compro, yo mando a comprar con mi marido; yo le digo tráigame la Lotería porque yo sé que estas ayudas son para bastantes familias que necesitan más que uno, sé porque me gusta leer bastante el periódico. Yo no deseaba tener plata, no me ha gustado ser ambiciosa a la plata, ni tener lujo, me ha gustado todo el tiempo colaborar, si viene alguien que necesita doy así sea un dólar.
La Lotería me la saqué parece el 23 de septiembre, pero les voy a contar cómo me hice de esto. Tengo un hijo que se crió más en Guayaquil y le gusta fumar. Una vez de aquí de la casa se me desapareció un champú, pregunté a Vicente ¿Tú no me has cogido el champú?, me dijo no mami. Hasta que una vez se fue al centro y se dentró a coger un cilindro de gas y aquí en Jipijapa uno es conocible, por todo Jipijapa nos conocen a nosotros, entonces enseguidita nos vinieron a decir.
¡Chútica!, yo no sabía lo que él fumaba, fue una decepción para toda mi familia, yo lo hice detener porque había robado el cilindro, yo no iba a decir tráilo acá, o me iba a quedar callada. Había una clínica de recuperación y yo me fui a hablar con el dueño, le conté el caso de mi hijo, no tenía plata para cancelarle los 25 dólar que por el momento debía pagar. Me dijo, “señora no hay problema”, y yo le dije que lo sacaba de la cárcel para que me lo tenga en la clínica, él me lo trasladó, mandé a una hermana a sacarlo porque era un dolor ver a mijo pasarlo de un lado a otro lado, porque nunca habíamos tenido ese problema. Mijo se sorprendió, él cómo suplicaba, cómo lloraba, que no, que por qué, que yo era mala. Pasaron días, días y yo no tenía para pagar esa clínica, el poquito negocio que yo tenía eran diez jabitas de cerveza, entonces cerveza que yo me hacía era para reunir los 25 dólar semanales que yo le cancelaba a esos señores, ya estaba atrasada con cuatro semanas. A mi familia no le podía molestar porque tampoco tenían, yo solita lloraba.
Me propongo hacer un bingo, yo digo tanta gente dice que los bingos también se venden, comencé, me regalaron algunos obsequios, oiga a vender los bingos y “no tengo plata”, que “no puedo ayudar”, oiga que decepción, no vendía bingos, no vendía bingos. Yo lloraba día y noche por este hijo. Mi nuera me decía que no llore, que después me iba a enfermar. Aquí del barrio oiga no me compraron boletos, yo decía cosa rara que nadie me quiera apoyar, hasta dónde yo estoy de mala, si yo soy buena con todos. Mi nuera me decía “pa’ que vea Parrales que cuando usted necesita nadie la quiere apoyar”.
Le dije a mi marido vaya cómpreme la lotería, yo soy fanática al seis, todo un tiempo es mi seis y en ese que me trajo me salió en la raspadita los tres números para descambiar otro guachito. Entonces le digo a mi marido: vaya descambie que está premiado, tráigame en cuatro y si no hay usted vea cualquier número que quiera traerme, se fue enseguidita.
Esos días para mí fueron una amargura, día y noche yo le suplicaba a Diosito. Ya por último le dije: mira Diosito lindo, yo lo que te pido es que me regale mil dólar, porque con los mil dólar que usted me va a regalar yo saco a mijo de donde está, yo ya tengo plata con esos mil dólar, bueno así fue. Al otro día me levanté de mañanita y mi marido también, él todos los días compra El Universo y la Extra. Oiga cogí mi guachito y me senté en la salita de mi casa viejita a ver el periódico, vi un número, vide otro número, yo no sabía, yo me limpiaba, me puse a llorar. Mi nuera sale y me dice qué tienes Parralita, le dije mira Pibaque yo tengo el número de la lotería, después de ver dijo es la verdad y nos abrazábamos y llorábamos. “Viste Parrales que yo te decía que no llores”, repetía mi nuera.
El día sábado tenía que hacer el bingo porque me habían comprado como 20 boletos, le dije a un hijo que vaya donde una prima que hace empanada, empanadilla. Empresté cien dólares a la familia Zambrano y encargué dos combos de colas, compré gelatina y caramelos para compensar a los que me habían apoyado, que no pasaban de 30. De pronto iban cómprame tablas, cómprame tablas, yo decía ¡Dios cuando casi ya no necesito ese dólar! Vendí toditas las 150 tablas, se llenó el callejón de aquí el barrio San Martín, mandé a fiar 100 empanadas más, mandé a decir a mi prima que me espere hasta cobrar el premio.
El señor de la clínica se enteró, no sé cómo pero se enteró de esa plata. Me felicitó y me dijo que no tenía cómo darle de comer a los internos, que no tenía agua ni nada. Presté dinero y mandé a comprar una olla, les compré bidones de agua.
También me recordó que estaba atrasada cuatro meses, le dije que tenía que esperar, que un hijo ya andaba en esas gestiones. Yo nunca me acerqué a cobrar, fue mi hijo José el que salió en los periódicos, en la tele, esto demoró casi dos meses hasta que se juntaron los 40 ganadores. Esa primera suerte me dio 25 mil dólares, pero con los descuentos que hacen quedaron en 21 mil. Para mí fue un milagro de mi Diosito, él nunca me regaló lo que yo le pedía, me lo triplicó, triplicó… Mis hijos decían mami una moto, un carrito, yo dije no, la plata es para nuestra casa que ya no nos vale.
Antes en un solo cuarto dormíamos todos amontonaditos, el servicio se usaba de pozo, ahora tengo mi casita y la circulé todita para mayor seguridad. Nunca me compré un vestido, lo que me compré fue un par de zapatos que me importaron 30 dolaritos, a mis hijos sí les compré una mudita de ropa a cada uno. A mi esposo le di 600 dólares, de mis cinco hijos solo a uno ayudé con tres mil dólares (trabajaba de chulquero), quedamos que me daría para los gastos de la casa, no me dio nada, todo se desvaneció. En mis manos me dejé dos mil dólares para apoyar a mi marido con la comida, para gastitos diarios, para ayudar con alguito a quienes venían con recetas. En esos días yo era la Señora.
También aumenté mi negocio, compré 30 jabas de cerveza, todavía las conservo, con eso me ayudo porque aquí en casa solo mi marido trabaja. Mis hijos ahorita no encuentran trabajo, han cerrado las fábricas, tengo además una nieta que crío como hija. Mi tercer hijo tiene mujer y dos hijas, están viviendo aquí, nosotros les estamos ayudando. Al otro, ese maldito vicio no se lo puedo quitar de raya, pero ya no anda cogiendo, ha cambiado bastante, no me sale a andar en la calle.
Hice bien en no malgastar mi platita, nos queda la casa. Mi marido trabaja de guardia y hasta ahora no nos ha faltado comida. Anoche soñé que llamaba a Quito, al bono que da nuestro presidente, me contestó una señorita, yo le expliqué que necesitaba esa ayuda, que me inscribieran, que tengo una nieta que estudia y sus papás no la ayudan. En el sueño me dijo la señorita que iba a hacer todo lo posible, que ella iba a hablar para inscribirme. Enante que estaba cocinando me recordé. Yo sí voy a llamar, todas maneras el sueño es de 35 dólares.
Este testimonio (editado) se publicó en la revista SOHO Ecuador. ED. 102 Julio -Agosto -2011.
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