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Este post es para agradecer los mensajes, tuits, llamadas y correos de quienes dedicaron unos minutos de sus vidas para desearme feliz cumpleaños.
Gracias a mi familia por el amor. La existencia tiene finos detalles, solo hay que detenerse y mirar. Como esta misiva va dedicada a personas muy cercanas, comparto algunos detalles de este día.

Para no despertarme, mi hermana que sale temprano al trabajo me dejó una nota de cumpleaños y una vela sobre el mesón. Fue lo primero que vi al levantarme. Me encanta el  simbolismo de la luz.

Mi hermana mayor cambió unos zapatos para regalarme un libro.
***

Al mediodía me dieron ganas de volver al pueblo de mi niñez, Membrillal. Tocó hacer auto stop. En casa no esperaban mi visita y menos en San Viernes. Temprano habían llamado mis padres para felicitarme, y al despedirse  dijeron «diviértase mija».
Mi tía, la que en la infancia me animaba a leer fábulas, me obsequió dos anonas (fruta favorita) y dos rosas que cortó de su jardín.
Mi madre preparó una natilla con el maíz cosechado por mi padre.
En la cocina, ella con agua y yo con una copita de whisky hicimos un brindis. Mamá dijo: «brindo por mi hija, nacida un ocho de agosto de 1983, a la una de la tarde en el hospital de Jipijapa, y a la que no quise regalar» .

Ante esto no queda más que decir: Gracias a la vida ( y sí, me ha dado tanto como en el poema de Violeta).

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